Desde el punto de vista psicológico, el lenguaje es muy atractivo. Es la ventana más accesible de la mente. Sabemos lo que ocurre en la mente de los otros porque nos lo cuentan, porque hablan. Aún siendo tan accesible es muy costoso saber cómo se genera. Los gramáticos llevan siglos lidiando con verbos, nombres y pronombres. Nuevas técnicas se suman y el panorama, lejos de aclararse parece oscurecerse.
Empecemos por la cuestión más fundada aunque no siempre parezca obvia. Las lenguas son equivalentes. Hace décadas, el gran lingüista Noam Chomsky lanzó la idea de que existen dos estructuras, la profunda y la superficial. La profunda es común a todas las lenguas y la superficial varía. Todos decimos lo mismo pero de distintas maneras. Esto concuerda con la evidencia. El cerebro está precableado para el lenguaje. Cualquier niño puede aprender cualquier lengua. Cualquier texto puede traducirse (aunque se pierdan matices).
Pero vayamos a la genética. El genoma de todos los humanos es casi idéntico. Pequeños cambios nos hacen muy diferentes. Es probable que todos descendamos de unos antecesores comunes, una madre y un padre. Pequeños cambios en el genoma, pequeñas mutaciones se van acumulando durante generaciones y siglos.
Las lenguas evolucionan e incorporan pequeños cambios que se acumulan. Los genomas evolucionan e incorporan pequeñas mutaciones. Comparando dos genomas podemos saber cuál es el antecesor común. Sabiendo la tasa de mutaciones en el tiempo podemos saber cuando existió ese antecesor común. ¿Se pueden aplicar técnicas genéticas al lenguaje?
Es lo que ha hecho un grupo de biólogos. No han sido lingüistas sino biólogos los que han datado la Ilíada. El resultado coincide con lo que los lingüistas suponían: es del octavo siglo A. C.
Para lograr la datación han comparado palabras del griego moderno, el lenguaje del autor, Homero, y de los hititas, el pueblo existente cuando se produjeron los hechos. Han buscado palabras comunes y significativas que aparecen todos los idiomas como partes del cuerpo, colores y relaciones como padre e hijo. Esta técnica es en realidad más antigua y fue empleada en los 50's por el lingüista Morris Swadesh.
El estudio del genoma ha sido facilitado por la brutal fuerza de cálculo de los ordenadores. Aunque el lenguaje se resiste a someterse el imperio del Big Data, el camino es irreversible. Los traductores son un gran ejemplo. Pura estadística. Todo avanza y puede decirse que los ordenadores como Watson están empezando a comprender el lenguaje. Pero, entretanto, la pura estadística es muy útil. Hace poco supimos que científicos lograron reconstruir lenguas antiguas mediante software.
Esto nos lleva a acercarnos a un sueño largamente anhelado y complejo. ¿Cómo transcurrió la evolución humana? Una nueva especie capaz de usar el lenguaje, el homo sapiens, se expandió gradualmente por la tierra. Según se separó en distintos grupos, su genoma incorporó distintas mutaciones, su lenguaje nuevas palabras y sus actos dejaron distintas evidencias fósiles. ¿Podrá la estadística del Big Data mostrarnos todo el subyugante recorrido? Quizá, comenzando con la obra más antigua de la literatura occidental, la Ilíada.
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