martes, 20 de octubre de 2015

Los formidables desafíos de la medicina digital

Hasta hace muy poco las recetas y las historias clínicas se escribían a mano. Pero la medicina está convirtiéndose al mundo digital a marcha acelerada.
Este artículo ha sido publicado previamente en la Red del Conocimiento de Computerworld.



La industria de la banca comenzó su automatización hace muchas décadas. Otras industrias como la distribución le siguieron rápido. Nadie imagina hoy una transacción bancaria que no sea informática o un producto que no deje rastro en su distribución y comercialización por el mundo. La medicina por el contrario ha permanecido en su mundo manual de expertos durante todos estos años.

La digitalización de la medicina, o mejor dicho, de la salud, presenta un mundo de desafíos y oportunidades como pocas otras industrias, en parte porque viene de más atrás y en parte porque la materia con la que trata, la vida, supone en sí un fascinante reto.

El mero ámbito de la gestión es una oportunidad de automatización. No debería diferir gran cosa de la informatización en otros sectores. El tratamiento de bases de datos con pacientes, tratamientos, recetas, camas hospitalarias, etc se asemeja al de productos o clientes.

Sin embargo, la introducción de algo básico como la flamante historia clínica electrónica encuentra muchas dificultades empezando por la reticencia de muchos profesionales, la, quizá, inhabilidad de los informáticos, la falta de visión de los gestores o la protesta de los pacientes que creen que el médico solo está atento al ordenador y ya no les mira cuando hablan. A cualquiera acostumbrado a trabajar en otros sectores se le hace increíble el uso de papel y lápiz para registrar el historial del paciente.

Pero la historia clínica electrónica junto con el resto de los registros sanitarios nos mete de lleno en el mundo de la modernidad y el Big Data. Cada día se generan miles de anotaciones en las historias clínicas, se recetan miles de medicamentos, se realizan miles de pruebas diagnósticas y se prescriben miles de tratamientos. Una avalancha de datos. Un auténtico Big Data.

¿Qué conclusiones extraemos de este formidable volumen de información? Apenas nada. ¿Alguien sabe cuántos nuevos casos de gripe se diagnosticaron en una determinada ciudad el lunes pasado? ¿Cuál es el resultado (basado en la evidencia) del uso de un determinado fármaco o un tratamiento? ¿Están disponibles los datos para la investigación?

El panorama parece lleno de oportunidades en el mundo del Big Data sanitario y la analítica de datos. Y los ejemplos son muy esclarecedores. Baste recordar el famoso estudio de la gripe de Google. Hace algunos años, el buscador revisó las consultas que hacen los usuarios. Descubrieron que existe una gran relación entre los usuarios que realizan búsquedas relacionadas con la gripe y las personas que tienen gripe. Las gráficas de la fiebre real y la de búsquedas de gripe coinciden con gran exactitud. Tanto es así que los datos del buscador podían usarse para conocer la situación real de la enfermedad (el servicio ya ha sido retirado).

En el mundo de la salud intervienen múltiples actores y la automatización debe dar respuesta a todos ellos. No es solo algo de médicos y enfermos sino que incluye también a empresas aseguradoras, industrias tecnológicas, gestores, administraciones y sector privado.

El atractivo para buena parte de estos actores se debe a intereses económicos. El gasto sanitario supone el 50% del gasto de las administraciones autonómicas. Un 80% del gasto sanitario es público y el 20% es privado. Es decir, la salud mueve mucho dinero.

Si bien es cierto que la automatización de la salud deja mucho que desear y el Big Data apenas ha comenzado, el equipamiento que se usa en el mundo sanitario es algo muy sofisticado. Desde aparatos de imagen diagnóstica hasta flamantes robots de operaciones, la tecnología es de primera línea. Un escáner de resonancia magnética combina física nuclear, matemática avanzada y conocimientos médicos. Y el precio de algunos de estos aparatos supera con creces el millón de euros.

Pero también el pequeño equipamiento tiene mucho que decir. El mundo de los wareables, pequeños dispositivos que llevamos encima o vestimos, no ha hecho sino nacer. Un simple reloj que mida las pulsaciones proporciona una gigantesca y valiosa información que nos dice si dormimos poco o mucho o qué pautas de vida son poco saludables. Y de nuevo nos llevan a la modernidad de Internet de las cosas y Big Data.

Wareables que enganchan con nuestros teléfonos en un nuevo mundo de apps. El mercado de aplicaciones de teléfono para salud no para de crecer y aunque hoy es limitado en su funcionalidad, será parte esencial de nuestras vidas.

Porque otro cambio esencial es el paso de la enfermedad a la salud.  Ya no nos basta con no caer enfermos o con recobrarnos de la enfermedad. Queremos llevar una vida saludable, dormir bien, comer de forma equilibrada y hacer un ejercicio adecuado. De acuerdo a las necesidades personales. Porque todos somos distintos.

Y porque todos somos distintos vamos hacia una medicina más personalizada en la que el diagnóstico y el tratamiento es distinto para cada uno. En este sentido, la aportación de la biotecnología y la genómica es una revolución de gigantesco alcance. Pronto secuenciar el genoma individual de cada uno de nosotros será rutinario.

Y ¿qué decir de la computación cognitiva? IBM Watson, el ordenador que ganó brillantemente en el concurso de televisión Jeopardy, ha entrado de lleno en el mundo de la medicina ya sea para aprobar o desaconsejar pruebas médicas, para enseñar a los estudiantes o para ser un consejero del médico en el diagnóstico y tratamiento de distintos tipos de cáncer.

El ámbito de la vida, el mundo médico, la salud y la biotecnología conforman el gran campo de trabajo de la computación en las próximas décadas. La medicina digital ya está aquí.

lunes, 5 de octubre de 2015

Sobre el debate "La homeopatía en la ecuación de la salud ¿división o multiplicación?"

El pasado viernes 2 de octubre de 2015 asistí a un debate con el título  La homeopatía en la ecuación de la salud ¿división o multiplicación? Mi agridulce conclusión es: los argumentos en contra están claros, pero aún hay algunos profesionales de la salud que creen en la homeopatía.


Los participantes eran mi buen amigo Vicente Baos, médico, José Miguel Mulet, biotecnólogo, Santiago Abanades, médico homeópata, Peter Fischer, médico homeópata y Joaquin Casariego, médico y moderador. El doctor Baos hizo un conjunto de intervenciones fundadas y documentadas en contra de la homeopatía. En ocasiones de forma encendida. No veo nada malo en su pasión cuando uno debate en contra de argumentos falaces y tramposos. A destacar la actitud del médico inglés: visto el nivel, intervino lo justo, repitió sus argumentos (smoke&facts) cuando fue preguntado, recibió su cheque bancario y tomó su vuelo de vuelta. Todo un profesional.

Precisamente de cheques va la cosa. Yo trabajo para una empresa de ordenadores. Cuento a mis clientes lo bueno que es mi producto en comparación con los de la competencia. El cliente no se hace a engaños: sabe quién soy y que represento los intereses de mi empresa. El año pasado asistí a un congreso médico como ponente. En un descanso, entré a una charla para aprovechar el tiempo y aprender algo. La hidratación en el deporte, era el título. El médico ponente comenzó a hablar de las ventajas de la hidratación. Poco después comentó lo bueno de las aguas embotelladas para terminar hablando de la marca que patrocinaba el evento. Yo no daba crédito a lo que escuchaba. El doctor no había expuesto con claridad los intereses que representaba. Pero además comprobé con pasmo que los médicos en la sala se prestaban a la farsa. ¿Por qué atendían a semejante soflama y perdían tan miserablemente su tiempo? Volviendo al debate de la homeopatía ¿qué intereses representaban los ponentes? O para ser más claro ¿qué empresa les pagaba y por qué no es obligatorio mencionarlo?

Otra sorpresa del debate consistió en que el bando homeópata mantenía el principio de acción de la homeopatía. Creía que los argumentos habían cambiado, pero no es así. Siguen hablando de la ultradilución, la agitación (sucución) y la memoria del agua. Que alguien serio pierda su tiempo con tales patrañas me asombra. Tiene toda la pinta del vendedor de linimento del viejo oeste con su carro y su caballo. Además, resulta que existe un esfuerzo por parte de los homeópatas para demostrar que su producto sirve para algo en concreto. Y eso al parecer va contra sus principios porque los productos homeopáticos no tienen una indicación clara, valen para todo, sirven para “estar bien”. ¿De verdad alguien está dispuesto a creerlo? De nuevo, el vendedor del producto mágico que lo cura todo.

Especial malestar me causó la actuación del moderador. Equidistancia entre ambos bandos. Desafortunadamente ya sabemos lo que eso significa, dar un peso a los malos que no merecen. No se puede ser equidistante entre víctimas y verdugos, charlatanes y pensadores, verdad y mentira.

Cuando vivía el dictador y España estaba atrasada, parecía que todo en Europa era bueno. Han pasado las décadas y sigo pensando que tenemos mucho que aprender de nuestros vecinos del norte. Pero no es oro todo lo que reluce: también estrellan aviones y hacen trampa con los coches. En concreto en la homeopatía (y también en el caso de los productos ecológicos) estamos sufriendo las consecuencias de ser europeos. Que los franceses, alemanes o ingleses tengan una buena opinión de la homeopatía no dice nada bueno en su favor y lo que es peor, influye negativamente en la legislación comunitaria.

Durante el debate comencé a alarmarme con el auditorio: ¿Era yo o me parecía que había una gran cantidad de profesionales de la salud (médicos, enfermeros, farmacéuticos y veterinarios, muchas de ellas mujeres) favorables a la homeopatía? Afortunadamente comprendí que había un sesgo en la audiencia: al debate iban los homeópatas, el resto (alópatas) se había quedado en casa. Aun así, el desasosiego era grande. La opinión pública tiene una extraordinaria opinión de los médicos que comparto plenamente. Profesionales cultos, con dedicación, que están al día y cuyo desempeño consiste en ayudar a los demás. ¿Cómo es posible que en esta profesión haya (son pocos) algunos que presten oídos a la patraña homeopática? Lo cierto es que como en el caso de nuestros vecinos europeos, no es oro todo lo que reluce.

Como psicólogo, este debate (y otros) me hace plantearme otra pregunta ¿Por qué creemos? ¿Por qué queremos creer? Una gran parte de la población desea creer cosas irracionales. Es más, muchos están a gusto en contra de la ciencia. Quizá porque piensan que son excluidos por los beneficios de la ciencia, lo que es del todo falso. Quizá porque no la entienden. Quizá por una pura rebelión. Quizá por ello toman un compuesto ultradiluido y agitado que diseñó un médico alemán hace dos siglos y que no sirve para nada.