La división entre el mundo físico y el digital es cada vez menos real.
La transformación digital está suponiendo que muchas actividades del mundo
físico estén siendo mejoradas con la digitalización.
Hace pocos años, la llegada del
mundo digital creó multitud de nuevas empresas nacidas digitalmente. Poco a
poco, las empresas tradicionales están modificando también su forma de actuar,
y hasta los productos más físicos, como un par de zapatos, pueden ser mejorados
durante su diseño, producción y distribución con aspectos digitales que generan
un valor mayor en la percepción del cliente. Paso a paso, todo tiene componentes digitales. Ningún sector, ninguna industria,
está libre del cambio, ya se trate de manufacturas, educación, distribución,
energía, transporte o finanzas.
En este marco, los trabajadores
requieren competencias con las que desenvolverse en el mundo si quieren ser
empleables. Son las competencias
digitales.
Algunas de estas competencias no
son estrictamente digitales sino más bien de toda la vida, aunque siguen siendo
más necesarias que nunca. Ser un buen profesional, ser honrado o mantener una
actitud positiva ante la vida, los compañeros o los clientes son competencias
clásicas. Hay otras muchas típicas, como trabajar centrado en el cliente,
buscar soluciones activamente y ser práctico y resolutivo, que siguen estando
en boga.
El mundo cambia constantemente y
hay dos competencias más demandadas que nunca. Una es vivir preparado para el cambio. Las empresas se transforman, los
procesos, medios, productos y servicios cambian. En esta línea, el trabajo
cambia y el trabajador debe estar preparado. O más aún: debe buscar el cambio.
La segunda competencia deriva del
mundo en cambio: la formación. Formarse
de manera continuada es mantenerse al día, ser empleable. Las herramientas
y conocimientos de hoy no valdrán mañana, por lo que la formación no tiene fin.
También las competencias digitales
se redefinen permanentemente. Saber un sistema operativo de ordenador de hace
dos décadas no sirve de nada hoy por muy popular que fuera entonces.
Podemos dividir las competencias
digitales en distintos niveles. Por un lado están las básicas que nadie puede
ignorar. Entre ellas están el uso de
herramientas de productividad personal como hojas de cálculo o procesadores
de documentos. Es imprescindible también moverse en Internet con soltura, buscar y analizar la información, distinguir
las fuentes fiables de las engañosas. Es conveniente ser capaz de generar información a través de blogs, escritos o
presentaciones. Hay que saber resolver
problemas y acceder a formularios online. Desde luego, el uso de la comunicación digital a
través de herramientas como correo es básico.
También el uso de redes sociales
como Linkedin es fundamental.
El catálogo de competencias digitales de alto nivel es
también extenso. Conocer la economía
digital, la transformación digital de los negocios, los clientes y mercados
digitales son las competencias de la cultura digital. Entre las competencias
ligadas a la tecnología está el manejo
de la nube, el uso de reuniones virtuales, los medios de pago, el comercio electrónico, las redes
sociales de empresa y, cómo no, el big
data. Y entre las habilidades digitales se encuentran competencias como pensar en digital, crear contenidos
digitales atractivos, gestionar la propia identidad digital, el networking o el trabajo en entornos
distribuidos.
Por último, tan necesario como saber es saber hacer, el know
how. Los nuevos entornos empresariales dinámicos usan herramientas como
procesos lean canvas o un amplio catálogo de instrumentos incluidos en
el llamado design thinking.
Estar preparado para el cambio, formarse, adquirir
competencias digitales y saber hacer son las claves de la empleabilidad de hoy.
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