viernes, 19 de septiembre de 2014

Conozco tu genoma y quiero tu dinero

Desde la secuenciación del genoma humano los costes de los test genéticos se han abaratado mucho y lo seguirán haciendo. Esto es un gran avance para el diagnóstico de enfermedades y la investigación. Pero plantea también un problema fundamental: ¿estarán seguros nuestros datos genéticos o pueden caer en manos de delincuentes? ¿Seguro que no serán mal utilizados? ¿Habrá que hacer nuevas leyes?

Test ADN
Basta echar un vistazo a Google (deliberadamente no pongo ningún enlace) para encontrar empresas que nos permiten analizar nuestro ADN. Hoy no son muchas pero el número está creciendo. Analizan una muestra de nuestro tejido, generalmente saliva, y nos devuelven un informe con un conjunto de marcadores genéticos que han encontrado en nuestro ADN. A mayor número de marcadores analizados, mayor precio. Hoy oscilan entre los 200 y los 1000 dólares.
¿En qué consiste el método? Solicitamos y pagamos por Internet la prueba y la empresa nos envía un kit. Este contiene un bastoncillo (similar al de limpiar los oídos) que raspamos levemente debajo de la lengua, colocamos luego en un envoltorio y enviamos de vuelta a la empresa. Esta nos envía el informe en pocos días. Sencillo ¿no?
¿Para qué se usan estos test de ADN? Hoy en día tienen tres usos preferentes. Se pueden usar para una prueba de paternidad que puede ser legal o privada. Pueden usarse para detectar un conjunto de enfermedades a las que somos genéticamente predispuestos. Y finalmente, comparándolo con otros grupos de población, nos ayudan a saber de donde provienen nuestros ancestros: norte de Europa, centro de Asia...
El uso indebido de los datos que circulan por Internet es motivo constante de noticias: suplantación de personalidad, spam y otros muchos variados delitos cibernéticos o uso mal intencionado. Existen mecanismos de control, pero la batalla es permanente. ¿Pueden ocurrir delitos genéticos como se dan los cibernéticos?
Hasta aquí la realidad, pero dejemos volar un poco la imaginación.
Si la prueba de ADN nos la recomienda nuestro farmacéutico, a continuación nos puede sugerir lo que nos conviene contra la obesidad o el riesgo de infarto. Nos convertimos en un cliente suyo en lo que se denomina venta cruzada.
En la prueba de paternidad no enviamos exclusivamente nuestros datos. También los de otra persona, nuestro supuesto hijo. Lo siguiente está extraído de un sitio web que ofrece estos servicios.
En este tipo de pruebas es el interesado el que toma las muestras de ADN a los participantes, en el momento y lugar que consideren oportuno. Solo tienes que indicarnos donde quieres que te enviemos el kit de recogida de muestras de forma discreta.
Mmm. Tomo una muestra de mi supuesto hijo que vive conmigo y del que sospecho que no lo es. ¿Y si no vive conmigo sino que vive en otra casa pero sospecho que es mío?
¿Y si consigo por algún medio la muestra de saliva de otra persona? Puedo averiguar si tiene predisposición a enfermedades genéticas. Eso hoy. ¿Dentro de unos años?
El abaratamiento de las técnicas de análisis de ADN es acelerado. En pocos años podremos secuenciar el genoma completo de una persona por menos de 1000 dólares. El terreno para el delito genético comienza a ser tentador.
Estamos secuenciando el genoma del neandertal con algunos restos fósiles que encontramos, por ejemplo dientes o huesos y que tienen decenas de miles de años. La policía encuentra restos de ADN en el lugar del crimen y los coteja con el sospechoso.
Ahora los kits comerciales usan la saliva, pero casi cualquier célula humana vale. Por ejemplo el cabello. Una vistazo a una de estas páginas pone los pelos de punta: sangre líquida, manchas de sangre, cabello con raíces, colillas, chicle, palillo o hilo dental, cera de limpieza de los oídos, semen, restos de afeitado eléctrico, uñas, compresas o incluso ropa interior. No todo es igual de sencillo y barato, pero es un catálogo actual.
Hablando de semen, recordarás el famoso caso de Monica Lewinsky. Era la becaria del presidente Bill Clinton y en el proceso que se seguió contra él aportó una prueba contundente: un vestido que había guardado sin lavar y que contenía manchas de semen que los análisis confirmaron como perteneciente al presidente. El uso de restos biológicos pertencientes a otras personas no es nuevo.
No menos importante es que usar una colilla o un chicle es perfectamente legal ya que está abandonado en el dominio público.
¿Puedo conseguir un pelo de alguien? ¿De un famoso, como Justin Bieber, un político como Putin o el mismísimo Papa de Roma? ¿Cuánto pagaría una organización criminal por hacerse con un pelo de un Rockefeller o de Obama? Secuenciar el genoma de cualquiera es hoy posible pero caro. En un futuro próximo será barato, muy barato.
En el futuro nuestros datos genéticos pueden ser usados de muchas maneras. Para obtener un trabajo. Para acceder a un seguro médico. En el caso de los deportistas para asegurar su rendimiento. Piensa en ello y se te ocurrirán nuevos usos.
Y lo más vidrioso de todo: la clonación. En 2005 el científico surcoreano Hwang Wook-Suk anunció los resultados de una clonación humana que luego resultó ser un fraude. La clonación de seres humanos con fines reproductivos está prohibida en el mundo. Pero la clonación terapéutica es aceptada en algunos lugares. Se trata de conseguir embriones idénticos genéticamente a una persona enferma para que se puedan extraer células madre embrionarias compatibles.
La legislación debe acomodarse y las empresas que en la actualidad ofrecen servicios de test de ADN garantizan la confidencialidad de los datos. Pero ¿y si esta información cae en manos de personas con pocos escrúpulos o organizaciones delincuentes? ¿Tendrá Justin Bieber que vigilar todos sus restos biológicos con un celo enfermizo para no arriesgarse a tener miles de clones?
Desde luego, parte de lo escrito arriba pertenece a la ciencia ficción. Encontraremos los métodos para vivir en medio genéticamente seguro del mismo modo en que no debemos preocuparnos en exceso por nuestra seguridad en la red ni guardar de forma obsesiva nuestras contraseñas. Podemos estar tranquilos. ¿O no?

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