Este domingo (29-11-09) el diario El País publica dos interesantes artículos sobre daños cerebrales.
El primero narra el caso de Llorenç Martínez Arlandis y está dedicado al ictus.
El segundo trata sobre el polémico caso de Rom Houben que estuvo aparentemente consciente 23 años cuando los médicos decían que estaba en coma.
Según Steven Novella, podría ser que el diagnóstico inicial de estado vegetativo persistente fuera correcto y que el hombre se recuperara con el tiempo pero al estar paralizado y no poder comunicarse nadie le explorara de nuevo. Orac en Insolencia Respetuosa dice que el caso es un serio aspirante al peor informe médico de la historia.
Lo dudoso del caso no está en el diagnóstico erróneo o en el cambio de diagnóstico. El caso está pendiente de una publicación médica y en ella aparecerán los detalles. Lo que resulta difícil de creer es cómo se comunica. Su logopeda teclea por él mientras siente los movimientos de los dedos que el paciente quiere realizar. A gran velocidad y sin que el paciente mire siquiera el teclado.
El método cae en la llamada "facilidad de comunicación". El "facilitador" no solo soporta la mano sino que efectivamente la mueve y más parece que el mensaje parte del cerebro del facilitador y no del paciente.
Naturalmente se plantea el problema de la eutanasia.
"Todo esto", recuerda Bruno, "tiene mucho que ver con las decisiones de fin de vida y cuando un paciente es consciente, aquí en Bélgica, no podemos considerar un paro de salud, de nutrición o de hidratación".
En su columna el hermano José se plantea el problema.
Al margen de las creencias, lo cierto es que los estados mentales son subjetivos por definición y cuando la comunicación está imposibilitada, ignoramos (hoy por hoy) casi todo lo que ocurre en el cerebro de la persona. Nuevas pruebas diagnósticas pueden ayudar a aclarar estos casos. Y de paso plantear nuevos interrogantes.
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